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El cambio social e individual

Hoy en día, una idea preconcebida parece alterar la imaginación de la gente, haciéndoles creer que el mundo que conocemos se perpetuará indefinidamente. Así, resulta difícil concebir una forma de vida realmente diferente y, por lo tanto, una civilización completamente nueva. Por lo general, damos por sentado que nada cambiará en el marco económico y en las estructuras sociales conocidas.

Como se destacó anteriormente, el origen de ideas similares nos lleva atrás en el tiempo, al comienzo de la industrialización, cuando la humanidad creía posible interpretar el mundo usando patrones mentales simples, basados en la linealidad de los fenómenos y en su independencia, como si la naturaleza fuera una máquina, en la que cada parte se supone independiente de las demás, aunque formando parte de un proyecto donde todo está previsto y conocido de antemano.

Una concepción similar del mundo nació junto con la fe, cada vez más inquebrantable, en los éxitos de la ciencia, en la capacidad de los seres humanos para comprender todos los fenómenos naturales y sociales, utilizando esos mismos instrumentos mentales simples. Cuando un fenómeno no podía ser explicado, simplemente se atribuía a la falta de conocimiento o a la insuficiente experimentación. De ahí surgía una visión optimista del progreso, entendido como desarrollo sin límites, más allá de los recursos naturales, y sin peligros, ya que era totalmente predecible, una vez identificadas las leyes que lo gobernaban. En consecuencia, cualquier transformación de la naturaleza para fines productivos se consideraba irrelevante para el equilibrio general, promoviendo así la explotación indiscriminada de los recursos naturales.

Sin embargo, ha resurgido la conciencia de que los varios aspectos del entorno natural están tan estrechamente interconectados que un fenómeno aparentemente insignificante puede amplificarse y producir efectos en lugares muy distantes de su punto de origen.

Paralelamente, empieza a afirmarse un pensamiento que, desafiando toda ley determinista, destaca cómo sistemas dinámicos similares y con idéntica localización, aunque evolucionen en las mismas condiciones, pueden tener destinos completamente diferentes e imprevisibles. La realidad que observamos, en efecto, es la de un mundo en constante cambio, donde mujeres y hombres están solidariamente involucrados en esta continua transformación. En este escenario, se manifiestan los límites de las concepciones basadas en el supuesto equilibrio interno de los sistemas sociales y económicos, en su acepción casi metafísica, incapaces de abordar el intrínseco desequilibrio dinámico de la sociedad humana.

De la página 38-9 de «¿Utopía? Persistencias culturales y economía» de Angelo Cacciola Donati